La profesora se pavoneaba entre los pupitres y dijo: —Será que al menos uno de ustedes es capaz de resolver el problema. —Miró con desprecio a Ana, la más tonta según su opinión. Con risa malévola la interrogó: —Dime, Ana ¿Sabes la respuesta? La chica de catorce años pensó: «multiplicó cada cateto, sumó, sacó la raíz y listo». Tenía la respuesta correcta; movió los labios, pero ni un susurro se escuchó. —¡No, no sabes, nunca sabes nada! — Chillo la profesora. En esa y las siguientes clases por tres años, Ana, estuvo indefensa ante las matemáticas.