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Virilidad

Agapito Camacho, de ochenta años, no toma agua. Ya enfermó de los riñones por ese motivo. Cada vez que su hijo entra al baño Agapito escucha el chorro de orine y lo compara con el suyo. En cada micción cree que pierde la virilidad. No se da cuenta que apunta mal.

La renuncia

Me llamó. Después de un año, me llamó. Indagó si estaba bien de salud. Preguntó por mi madre y mis hermanas; como si las conociera. Me habló de su nueva novia; por la descripción, es todo un primor de mujer. Guardó silencio un rato. Yo tampoco hable. Esperaba que se despidiera y, no volver a escuchar su voz. Luego dijo en tres tonos de voz más bajos: «Deberías volver … , las puertas están abiertas para ti … , deja el rencor». ¿Rencor? Para sentir rencor primero hay que experimentar la causa del rencor. Él lo sabe. Sí , tengo rencor, y no me da la gana dejar de sentirlo. Hable fuerte y claro: «Yo no vuelvo a ese trabajo».

Pitágoras indefensa

          La profesora se pavoneaba entre los pupitres y dijo:  —Será que al menos uno de ustedes es capaz de resolver el problema. —Miró con desprecio a Ana, la más tonta según su opinión. Con risa malévola la interrogó:  —Dime, Ana  ¿Sabes la respuesta? La chica de catorce años pensó: «multiplicó cada cateto, sumó, sacó la raíz y listo». Tenía la respuesta correcta; movió los labios, pero ni un susurro se escuchó.           —¡No, no sabes, nunca sabes nada! — Chillo la profesora.  En esa y las siguientes clases por tres años, Ana, estuvo indefensa ante las matemáticas.

Póliza

Alberto Calamardo quedaba devastado cada vez que escuchaba la voz cantúrrienla del analista de Pagoseguros decir: «Lo siento, señor Calamardo , pero el pago no procede». Estaba convencido de que la acción judicial no era solución. Por más que se hable de la igualdad de género; todo cónyuge sabe que debajo del «sí, quiero» hay una cláusula de letras invisibles que reza: «Si la inversión del marido es menor al de la esposa, el contrato queda anulado». Hoy a las siete de la mañana, con fingida tranquilidad, Calamardo se encadenó al portón de la Torre Pagoseguos ; luciendo un collar de cartulina con la siguiente inscripción: «¡Se niegan a pagar mi póliza!». Una hora después, el analista le entregó un cheque por el triple del monto de lo que no correspondía. Calamardo suspiró aliviado mientras se sacudía la desesperación, la cual se apoderaba de los cuerpos del analista y el presidente, quienes horrorizados temen ser destituidos en junta de accionistas por las acciones de un loco

Presunto inocente

El Wifi miraba los barrotes del oscuro y sucio calabozo mientras reconocía que su única defensa era declararse culpable de ese y de otros delitos. Cuando apuntaba con un arma de fuego al pecho de una pensionada, dos funcionarios de policía lo sorprendieron. La pobre vieja, a quien casi mata del susto, apenas tenía de valor dos tomates y un paquete de espinacas en la bolsa del mercado. El Wifi con voz suplicante se dirigió al funcionario de guardia: —Varón, por favor, abra la reja y entrégame el hierro. No tengo para abogados. —La ley asegura un defensor público. —El policía respondió con sequedad. —Ellos solo saben decir di que eres culpable y… —Es para asegurar beneficios procesales. —Cortante afirmó el policía interrumpiendo las palabras del Wifi. No tenía intenciones de hablar con él. Lo consideraba un malandro más. Estaba convencido de lo injusta de la ley. Quien roba, viola o mata, no debería tener derecho a abogado gratis y reducción de pena. —Mi compa estoy de

Estafa

La profesora odiaba los exámenes durante su época de estudiante. Quince años después es la única evaluación que considera válida. No así la universidad a la que presta servicios; inclinada a una educación «más liberadora». No le quedó otra que evaluar por medio de talleres. En cada encuentro expone una charla de veinte minutos y luego distribuye por equipos, libros, papel y marcadores.  Antes de continuar la historia, es importante informar que la profesora imparte clases en una universidad distinta del resto. Una cuya meta es dar vida al «nuevo modelo policial». Meta que parece sacada de mentes delirantes por el exceso de esperanza en la humanidad. Una tarde de agobiante calor, magnificado por el techo de zing y la ausencia de aire acondicionado en el galpón no apto para núcleo universitario, un evento inesperado tuvo lugar: —Profe, cuál es su opinión sobre los negocios multiniveles —preguntó un funcionario que tenía en sus manos un libro sobre la bolsa de valores. —¿Multi qué? —balbu